Según un artículo de la revista «Nature», en ese momento las migraciones provocaron un gran cambio cultural y genético entre los pobladores del Norte de Europa
Antes de agobiarse por el trabajo y los
pitidos de los teléfonos móviles, los hombres se asentaron en los
primeros poblados para cultivar el suelo y criar al ganado hace unos
10.000 años. A base de experiencia fueron aprendiendo nuevas técnicas y desarrollando nuevas costumbres y tradiciones que podían transmitir a sus hijos a través del lenguaje.
Se cree incluso que algunas poblaciones sufrieron cambios genéticos que
les favorecieron y les permitieron descomponer la lactosa proveniente
de la leche del ganado en azúcares aprovechables por su organismo.
En los años sesenta, el genetista Luigi Luca Cavalli-Sforza,
quien ya entonces estaba interesado en reconstruir el árbol genealógico
del hombre y en estudiar la evolución de las lenguas humanas, abrió un
nuevo debate en relación con la forma que tenían las poblaciones de
comunicarse entre sí y de intercambiar conocimientos, lenguajes y genes. Se pensaba que las poblaciones adyacentes podían compartir su cultura de forma lenta
y progresiva, y también que los humanos podían simplemente moverse y
migrar por el territorio, cambiando el perfil cultural de los
asentamientos de forma más directa.
Pero este martes ha sido presentado un estudio en la prestigiosa revista «Nature» que aporta pruebas de que este intercambio fue más bien rápido. Después de analizar el genoma de 101 esqueletos de la Edad del Bronce, los investigadores creen tener indicios suficientes como para afirmar que fueron las migraciones de varias poblaciones las que provocaron enormes cambios en los genes de los europeos y las que explican el nacimiento de las lenguas europeas septentrionales. Y todo ocurrió hace tan solo 5.000 años.
«La fuerza impulsora de nuestro estudio fue entender los grandes cambios económicos y sociales que ocurrieron hace 5.000 años, y que abarcaron una extensión que iba desde los Urales a Escandinavia», ha explicado Kristian Kristiansen, un arqueólogo de la Universidad de Gotemburgo especializado
en la Edad del Bronce del Norte de Europa que ha dirigido el estudio.
Según dice, a partir de ese momento, «las antiguas culturas granjeras de
comienzos del Neolítico fueron sustituidas completamente por una nueva percepción de la familia, la propiedad y del propio individuo. Y yo mismo y otros arqueólogos pensamos que eso ocurrió a través de migraciones masivas».
Según los investigadores, estos movimientos migratorios explicarían el salto cualitativo que produjo entre los pobladores europeos.
Por una parte, hubo una mezcla y un cambio enorme en los genomas de los
humanos de entonces que les acercan a los europeos más modernos. Por
otra parte, los investigadores creen que los movimientos de población
transformaron las sociedades de forma drástica y determinaron la
aparición de los lenguajes del Norte de Europa. Para ellos, estos
cambios serían comparables a los que supuso el descubrimiento y
colonización de América.
Analizar genes milenarios
Antes de sacar estas conclusiones,
los investigadores han llevado a cabo un extenso análisis del genoma de
aquellos pobladores. Para ello, han recuperado restos de 101 esqueletos
encontrados en zonas de Europa y Asia Central correspondientes a la Edad del Bronce. Y el trabajo no ha sido fácil, puesto que, lógicamente, ha supuesto trabajar con genes milenarios presentes en restos deteriorados y fragmentados.
Los investigadores aseguran que esta es la investigación en
la que se ha hecho el análisis genético más exhaustivo de una población
pretérita: «Este estudio no tiene comparación con nada que se haya
hecho antes. Los resultados muestran que la composición y la distribución de las poblaciones de Europa y Asia hoy en día son consecuencia de un fenómeno sorprendentemente reciente, de solo unos pocos miles de años de antigüedad», ha declarado Eske Willerslev, otro de los participantes en este trabajo.
Migraciones y mezcla cultural
«Estos tipo de análisis genéticos
completan los datos arqueológicos y en el caso de Europa parecen
confirmar que el contagio cultural no se produjo lentamente entre
poblaciones adyacentes, sino a causa de movimientos de población
procedentes de Asia», explica a ABC Carlos Varea, profesor de Antropología Física en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
O, dicho de otro modo, en el momento histórico reflejado en el
artículo, hace unos 5.000 años, estos movimientos migratorios
«transportaban con ellos nuevos alimentos, inventos y formas de vida» que fueron sustituyendo a otras culturas más antiguas.
Para Kristian Kristiansen, todo
comenzó hace 5.000 años, cuando la cultura Yamnaya atravesó el Cáucaso y
penetró en la Europa Central y Septentrional y en la Siberia
Occidental, llevando consigo su propio concepto de familia y de propiedad.
Estas personas se mezclaron con las culturas que ya estaban en la
región y en ese momento surgió un lenguaje que recuerda a la lengua de
los europeos que viven al Norte de los Alpes hoy en día.
El cordón umbilical de El Cáucaso
1.000 años después llegó el turno de la cultura Sintashta, que también en El Cáucaso desarrolló nuevas armas y carretillas y
que se extendió rápidamente por toda Europa. 200 años después, la
cultura de Andronovo colonizó la región del este de los Urales y zonas
lejanas de Asia Central. Según los investigadores, esta cultura ya tenía
la huella dactilar del ADN europeo.
Sin embargo, a finales de la Edad de Bronce, los genes europeos
desaparecieron y fueron sustituidos por los procedentes de las
poblaciones de Asia Oriental en la región de Asia Central.
Pero, ¿por qué El Cáucaso parece tener ese papel tan
importante en el nacimiento de los europeos actuales? Tal como explica
Carlos Varea, «El Cáucaso es un punto de conexión intercontinental y un corredor natural para
las poblaciones humanas», en parte porque conecta la región del
Mediterráneo Oriental con las estepas asiáticas. Y además porque en sus
planicies, se desarrollaron muchas y diversas poblaciones que llevaron a
cabo una innovación tecnológica (sobre todo en el campo de la
agricultura), de forma permanente.
La tolerancia a la lactosa
Pero no solo de migraciones vive el
hombre, ya que, a fin de cuentas, los alimentos son el combustible de
cualquier actividad humana. En este sentido, los investigadores se
llevaron una sorpresa muy llamativa, y es que descubrieron que la tolerancia a la lactosa apareció hace unos 5.000 o 7.000 años, unos 3.000 años antes de lo que se pensaba hasta ahora.
Tal como explica Varea, solo los portadores de ciertas variantes de genes tienen una enzima que les permite transformar la lactosa en azúcares aprovechables,
una capacidad que se cree que está relacionada con la domesticación de
animales. Un hecho que ocurrió hace miles de años en Europa y más
recientemente en Asia, y que explicaría porque los porcentajes de población tolerante a la lactosa son superiores en Europa que
en otros continentes. Parece que, efectivamente, las migraciones y el
intercambio cultural y genético pueden explicar en parte qué es eso de
ser europeo.
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