La primera vez que escuché mi propia voz grabada en una cinta (sí, cinta en «cassette», soy así de viejo) fue muy, muy extraña. Al principio estaba convencido de que había algo mal en la grabación, pero el resto de los presentes confirmó que así era mi voz. Aún hoy, cuando envío un mensaje de voz por WhatsApp, hay una especie de «barrera invisible» entre la voz que sale por el altavoz del smartphone, y la forma en la que me escuché a mí mismo cuando grabé el mensaje. Probablemente el aspecto más interesante de esto es que le pasa a la mayoría de la gente. Varios periodistas lo han admitido a través de las redes sociales, a un extremo tal vez consideran «intolerable» la manera en la que suenan sus voces grabaas. Entonces, ¿qué está pasando?
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Sí, realmente nuestra voz suena así, no es culpa del micrófono…
Estoy seguro de que varios filósofos volverían del más allá para arrojarme a la hoguera por tratar de simplificar esto (están advertidos, voy a dar pelea), pero hay una forma en la que «tú» te experimentas «a ti mismo». Esa «edición» de ti mismo es la crees que compartes con el mundo, y la que esperas que el mundo vea. El rechazo a nuestra voz grabada, o a una fotografía en la que nos vemos muy diferentes (jóvenes, gordos, flacos, feos, hermosos, etc.) representa en cierto modo el quiebre de esa creencia, la obligación por ese molesto par de segundos a cambiar de perspectiva, y el descubrimiento de que las cosas no son lo que parecen, aún en nosotros mismos.
Fuente:
http://www.neoteo.com/por-que-odias-tu-propia-voz
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